EL EXCESO Y LA CARENCIA

Escribo esto porque me inquieta que poco se hable y poco se comprenda el fenómeno que ocurre cuando en la responsabilidad de criar, hay tanto desequilibrio entre lo que hace la madre y lo que hace el padre.

Por supuesto que existen hombres que inteligente y amorosamente comprenden que hacer lo que les corresponde, es demostrar amor y compañerismo a su pareja, no precisamente «ayudando» sino más bien, haciendo la parte que les toca, con compromiso, con entusiasmo, sin excusas.

En este texto, no hablo de ellos. Hablo de los otros. De los que fingen hacer, pero no hacen

Dedico estas líneas a las tantas mujeres que se han sentido tristes por ser percibidas como «las mamás más malas del mundo» mientras lo que hacían, era resolver prácticamente como madres solteras, dentro de un matrimonio poco equilibrado. Espero que la explicación que daré, les coloque en un sitio mejor.

Hay muchas personas que cuando llegan a la adultez, recuerdan su infancia con amargura, por lo que definen como los EXCESOS de su MADRE. Sin muchas veces, ser capaces de observar que en esos “excesos” estaban también a la vista, las grandes CARENCIAS de su PADRE.

Explico a qué me refiero:

Sin duda, la crianza es una DANZA DE EQUILIBRIO, donde cada día y en cada etapa, el padre hace algunas cosas y la madre hace otras. Que fortuna cuando se vive así.

Pero cuando alguno de los dos NO HACE lo que le corresponde, le tocará solo a uno:  «HACER DE MÁS».

Y allí comienza la confusión, que volviéndose la norma, luego ya nadie la ve.

Siendo niños no nos corresponde comprender, ni actuar en consecuencia. Como menores nos corresponde ser cuidados por ambos, por mamá y por papá.

Punto.

Pero cuando solo hay uno de los dos cubriendo dicha función, las cosas pierden equilibrio.

Ahora siendo adultos, es que nos toca ver las cosas con mayor claridad si deseamos comprender lo que pasó.

Cuando hemos tenido una infancia donde nuestros padres sostuvieron una relación de pareja desequilibrada, donde mamá hacía mucho y papá se desentendía para no hacer nada, seguramente construimos la idea de haber tenido una madre muy severa (con la que chocábamos constantemente) y el alivio de haber tenido un padre bien relajado, alivianado, casi nuestro amigo y para nada azotado (con el que la llevábamos mejor).

 Antes de que me digan que también hay mujeres que no desempeñan su rol, les confirmo que así es, también las hay.

Pero la estadística del INEGI, nos revela que en los últimos años, son cada vez más las mujeres que se hacen cargo de sostener económicamente los hogares en solitario, aunque tengan pareja, ya que éstas, han ido turnándoles cada vez más los gastos del mismo.

 Además:

Hablo sobre las vivencias de las Mujeres, porque en esta Comunidad procuro VISIBILIZAR todo lo que del mundo femenino se olvida o se da por hecho.

Por ello -volviendo al tema- al menos en las últimas décadas, se ha vuelto más común ver a una mujer agotar su creatividad para encontrar el extra con sus propios talentos y resolver a veces anónimamente todo lo que hace falta.

Y digo anónimamente, porque en la cultura mexicana, aún prevalece, cierta sensación de ofensa a la figura del esposo, si se le vulnera o cuestiona, en su capacidad de proveedor.

Las mujeres, cuando se trata de resolver, simple y sencillamente ponen manos a la obra: lavan y/o planchan ajeno, venden comidas, organizan tandas, venden por catálogo, ponen un puesto los fines de semana, cortan el cabello, hacen bastillas, trabajan tiempo extra, toman más proyectos de los que pueden…

Una mujer, cuando es madre, tristemente se olvida por mucho tiempo en ser humana, porque impera su necesidad de sacar adelante a los hijos, aunque sea solas y rebasadas.

Si hablamos de educar:

Muchas mujeres se dedican a criar y a corregir en solitario, porque tampoco en ello hay mucho involucramiento del padre.

Por tanto, es la madre la que en funciones 24/7 es la que regaña, la que pone castigos, la que impone consecuencias, es la que se avienta sermones, la que es «la mala”, pero lo es, solo por el hecho de ser la ÚNICA adulta a cargo de todo.

Cuando hay demasiada intervención de la madre es a veces señal, de poca intervención del padre.

Así que…

Si tu madre fue estricta, es quizá porque tuviste un padre a quien probablemente le costaba asumirse responsable de tu crianza, porque no quiso, porque «así no le enseñaron» o porque le venía mejor dejarle ese paquete a tu madre: Exceso y Carencia.

Si tu madre vivía acelerada, cosa que te chocaba y te sigue angustiando, fue quizá porque tuviste un padre en exceso relajado a quien nunca le urgía resolver nada. Porque aunque en efecto, las personas dentro de las relaciones somos diferentes y ejercemos nuestro rol de cuidadores de formas distintas y complementarias, tener un carácter distinto no nos exime de hacer lo que sea necesario para salvaguardar a nuestros hijos; sin embargo hacerlo, es una labor titánica de estire y aflojes a las que probablemente él renunció y optó por mejor dejárselo todo a tu madre: Exceso y Carencia.

Si tu madre insistía en hablarte de la responsabilidad como un valor que debías cultivar, si ponía sobre la mesa temas demasiado trascendentales sobre tu futuro, si te corregía ante situaciones que implicaban riesgo, más que ser una loca aguafiestas como solía llamarla tu padre, que en lugar de comportarse como un adulto y darte herramientas, optaba por cobrar sus facturas personales desacreditándola, abandonando su rol de padre y creando más carga al rol de madre: Exceso y Carencia.

Si tu madre vivía trabajando, no era porque su trabajo le importara más que tú. Fue quizá porque tenías un papá que hacía apenas lo justo, un papá que parecía vivir más como un soltero que como alguien con hijos a su cargo. Pero que se había acostumbrado a dejarle eso de «trabajar tanto» a tu madre, porque ella tenía más suerte que él y porque además porque allí la ambiciosa era ella, la workahólica era ella, a la que le encantaba estar más en la calle que con sus hijos era a ella, bueno, pues que la que se encargue de pagar todo entonces, sea ella: Exceso y Carencia.

Si tu madre se preocupaba por todo lo que implicaba gastos y hablaba todo el tiempo sobre cuidar tus cosas o se alteraba cuando le decías de último momento que necesitabas pagar algo. Quizá no era por malhumorada ni por dramática, era quizá porque en temas de dinero, sabía que estaba sola, porque quizá sin tú saberlo, tenías un papá que se desentendía de lo que te hacía falta, excusándose en que él «daba lo que podía” y que eso que podía era casi siempre nada, que de vez en cuando prometía que ahora sí ya iba a “ponerse las pilas”, pero que luego, cuando el tiempo límite llegaba, prefería inventarse una ofensa y aplicarle la ley del hielo a tu madre, para dejarle de nueva cuenta todos los gastos sobre la mesa: Exceso y Carencia.

En esta ocasión, por favor, antes de frustrarte, entristecerte o sentirte herido (una vez más) por no haber tenido la madre que necesitaste y tanto hubieras querido y que por supuesto merecías…

¿Es posible que HUMANICES a tu madre y veas que todo lo que hacía era tratar de equilibrar un barco donde ella estaba sola?

Claro, entiendo que sea más sencillo VER el exceso, porque es NOTORIO.

Sobre todo porque la madre que se excede, es la misma que enseña los límites, las consecuencias, las normas, busca que reflexiones, que te hagas responsable, que crezcas y que cuando lo hagas, las bases que te lleves, te permitan “caber” en todos lados. .

Pero cuan difícil es VER lo que NO SE HACE.

Que difícil es notar al que NADA hace.

Que difícil es hablar de algo que quedó siempre invisible.

De alguien invisible.

La Carencia es difícil de detectar, sobre todo CUANDO TUVISTE UNA MADRE QUE HIZO TANTO Y TAN EXCEDIDAMENTE, QUE NI SIQUIERA NOTASTE LO QUE TU PADRE JAMÁS HIZO.

Escribo esto, esperando que podamos todos equilibrar nuestras memorias.

Ni tu madre ha sido un diablo.

Ni tu padre fue un Santo.

EQUILIBRA TUS EXPECTATIVAS Y TUS RECUERDOS.

Te aseguro que podrás ser más feliz.

Porque comprenderás que tu madre no quería hacerte la vida difícil con su forma de ser.

Al contrario, es justamente por su forma de ser, que pudiste vivir, de alguna manera, la vida más fácil. Y por supuesto, por esa misma y descabellada necesidad de resolverlo todo, probablemente terminaron viviendo cosas muy tristes.

¿Que lo podía haber hecho mejor?

Absolutamente sí.

Creo que no existe una sola madre que no hayamos pensado en algún momento en lo que haríamos diferente hoy.

 Y no. Por favor.

No se trata de juzgar a tu padre para perdonar a tu madre.

Porque eso sería también un conflicto y provocaría una tristeza por igual.

Se trata de comprender desde una visión nueva todo lo que sucedió.

Humanizar a tu madre y a tu padre, te da la oportunidad de ver la fotografía completa, sin sesgos.

Verlo así, te da el regalo de hacerlo mejor, de lo que ellos lo hicieron contigo.

Y al final, de esto se trata la vida. De comprender mejor el pasado, para vivir un presente más sano y de allí construir mejores futuros.

Las mujeres y los hombres tenemos la obligación de comprender que si elegimos traer hijos a este mundo, nos toca invariablemente asumir la responsabilidad de convertirnos en salvaguarda para nuestros hijos e hijas.

Si renuncias a tu misión de amar, cuidar y proteger a tus hijos, bajo el argumento que sea, creas un desequilibrio, un desorden.

Y el DESORDEN dentro de las familias, descoloca a todos sus miembros de su sitio genuino y original. Y desde el desorden solo se vive estrés, angustia, tristeza.

Desde el desorden vemos a hijos haciendo de adultos y a adultos comportarse como niños.

Y eso no es el orden ideal.

Que CADA quien haga lo que le toca y la tranquilidad volverá.

La fortuna de crecer y reconocer más neutramente lo que pasó, nos empieza a quitar el peso de ser víctimas, para pasar a hacernos responsables por nuestra herida.

Ver a la madre y al padre TAL COMO SON no nos hace quererlos menos, pero si nos damos el permiso de VERLOS TAL CUAL FUERON, A LOS DOS, eso nos permitirá VERNOS MEJOR A NOSOTROS MISMOS.

A veces esa valía y autoestima que buscamos.

Esas cosas que inexplicablemente nos hacen reaccionar con sobre responsabilidad.

Esa sensación de sentir que no somos importantes para alguien.

Se encuentran resueltas cuando dejamos de distorsionar nuestra infancia y la vemos tal cual fue.

Y aunque el texto de inicio resulte agrio, incómodo, bélico y hasta innecesario.

Quizá luego te brinde paz. Y de eso se trata, de promover la paz, no nuevas guerras.

Con amor

C