Actualmente vivo con mi nieto y mi hija. Decidimos que era lo mejor para ayudarnos mutuamente, pero llevo meses sintiendo que mi vida es un infierno y no sé que hacer.
Al principio todo estaba de maravilla. Pero poco a poco mi hija empezó a hacerme responsable de todo lo de la casa. No es que no me guste, de hecho podría decirte que era algo que me hacía sentir activa y útil. Pero la forma en que ella me pide las cosas, me hace sentir más como su empleada que como su madre y es allí donde me siento muy incómoda. Primero pensé que podría ser porque estaba pasando por mucho estrés y que pronto se le pasaría, pero no fue así. Veo que no es cosa de que tenga estrés o mucho trabajo, sino más bien que tiene “atorado” muchas cosas conmigo.
Con ella todo es motivo de discusión. Si digo algo, le molesta lo que digo, si me quedo callada para evitar un conflicto, ella dice que no se puede contar conmigo porque pareciera que no me importa nada. Si trato de suavizar las cosas, me dice que me falta carácter. Cuando me harto, dice que por eso “nadie me aguanta”.
Te juro que ya no sé que hacer, es súper difícil, con nada la tengo contenta. Siempre me está echando en cara algo.
Ella puede estar del peor humor, incluso no hablarme por días y luego, cuando necesita mi ayuda, simplemente fingir que no ha pasado nada.
Yo no puedo negarme porque es mi hija, además, está mi nieto de por medio y ese chico en verdad me necesita.
¡Todo esto es muy pesado Cyn!, yo quisiera irme, pero no tengo modo, todos mis ahorros se los presté y cuando le pregunto por ellos, me dice que de haber sabido ni me los pedía.
En fin, que ahora no tengo forma de salirme, ni tampoco nadie a quien pedirle ayuda, ya que no podría decirle a nadie lo que está pasando.
Gracias de antemano por tu ayuda, estoy segura que algún buen consejo vas a darme.
Atentamente
La Buscadora de Salvación
Querida Buscadora de Salvación:
Voy a decirte lo primero que se me ha venido a la cabeza mientras leía tu correo: creo que has estado buscando el perdón de tu hija desde hace mucho tiempo, probablemente desde que ella era adolescente, quizá un poco antes.
Es cierto que toda conducta es una manera de comunicar un mensaje, es evidente que en la forma de conducirse de tu hija hay muchos mensajes que pueden estar contando su historia, pero dada su edad y dada la tuya, creo que la forma pudiera ser más afortunada.
Sin embargo somos cíclicos y a veces repetimos simbólicamente la edad donde emocionalmente seguimos atrapados.
Si no fuera porque tu hija es adulta y es madre de su propio hijo, podría jurar que el comportamiento y las escenas de conflicto que me compartes, pertenecen a una adolescente “midiendo” fuerzas con su madre, luchando encarnizadamente por “hacerle pagar algo”, tal como los adolescentes tratan de hacerlo, cuando están totalmente desprovistos de un sistema nervioso que los regule adecuadamente. Insisto, es como si el tiempo volviera y el conflicto continuara.
No nos conocemos y quizá jamás podamos conversar detalles de lo que me cuentas en tu email, pero si te tuviera frente a mi, querida mujer y pudiera elegir una pregunta que hacerte para ayudarte a encontrar la punta del hilo de la madeja que traes vuelta un nudo por dentro, seguramente mi pregunta sería: ¿por qué te sientes tan culpable?.
Hablo de sentirte culpable no por algo reciente, ni por algo de hace meses.
Hablo de sentirte culpable por algo que según tú debías haber hecho y que no hiciste por tu hija cuando fue pequeña y que aún te sientes en deuda con ella por eso.
Tómate tu tiempo.
Piensa en mi pregunta.
Estoy segura que una respuesta va a llegar.
Y puede ser tan sencilla o tan elaborada como:
“no haber estado allí cuando se raspó la rodilla” o “no verla bailar en el festival” o “no explicarle cuando tuvo su primera menstruación” o “no defenderla cuando alguien intentó lastimarla” o “no cumplir con sus estándares de la madre ideal que ella tenía” o “por tomar decisiones que ella siente que la afectaron” o “por no darle la vida que merecía” ….
¿Qué sientes que le debes?
Lo pregunto porque algo así me da la impresión que sientes y que por ello sueles permitirle que te trate de esa manera, sosteniendo una dinámica tan disfuncional donde has cedido tiempo, energía, ahorros y salud mental esperando que tu hija recapacite y te trate con amor, respeto y dignidad.
No dudo que sientas vergüenza y que esa sea la razón por la que no puedes decirle a nadie lo que está pasando. Y por supuesto, está el innegable dolor moral que sientes de que tu propia hija te castigue de esa forma, es algo que comprendo y por lo que te abrazo con inmenso cariño.
Uno de los motivos más frecuentes para que una madre se descoloque de su sitio de autoridad y permita que este tipo de conductas ocurran, es LA CULPA.
Y ojo, cuando digo autoridad, no me refiero a un sitio de poder.
Sino al sitio de jerarquía.
Una como madre sabe (porque una siempre sabe) cuando un hijo ya se ha pasado tres pueblos con su comportamiento, cuando está en su sitio de autoridad, no vacila ni un segundo en centrar y ubicar al hijo, quien reconociendo su lugar de hijo (le guste o no) sabe que no tiene más remedio que respetar la norma.
Pero una madre que se siente culpable, o deficiente porque sistemáticamente le han dicho que no sirve como madre, como fue mi caso en mi anterior matrimonio, lo que termina haciendo es desdibujando los límites, no por falta de carácter, sino por miedo. Yo ya era “muy mala madre” porque trabajaba demasiado, entonces ya sentía mucha culpa “por no estar”, por lo cual evitaba “dar motivos para que me dejaran de querer” y según yo, los límites o las normas, les fastidiaban, así que las omitía.
Tremendo error.
Sin importar la edad, los hijos necesitan saber de orden y de respeto. Lastimosamente, nuestros errores de crianza no caducan con el pasar del tiempo. Incluso, a veces hasta se agravan.
Pero a veces, también se superan.
¿De qué depende para que suceda una cosa u otra?
De tantas cosas.
Intentaré repasar un par de ideas, ojalá te sirvan, ojalá les sirva a las que pudieran estar en una situación similar a la tuya y ojalá me sirvan siempre a mi.
PRIMERA
Por supuesto que como madres, somos responsables de la infancia de nuestros hijos. Ojalá y todas ejerciéramos la maternidad en condiciones ideales, pero eso es casi siempre imposible, irreal.
La mayoría solo vamos a ser madres suficientemente buenas, que significa de manera muy general, que vamos a ser imperfectas, pero que aún así, haremos todo lo que esté a nuestro alcance para cuidar, proteger y amar nutriciamente a nuestro bebé.
Lastimosamente nuestra imperfección no evitará el dolor, la tristeza o más tarde, hasta la decepción en nuestros hijos. Entendiendo que jamás existirá en nosotras un deseo deliberado por verlos sufrir.
Si el caso fuera, entonces ya estamos hablando de un trastorno y eso es otra historia (ya tengo un email con un caso así, pronto lo compartiré).
Siendo niños o adolescentes nos cuesta comprenderlo, porque somos hedonistas y egocéntricos y creemos que nuestra mamá existe para cumplir nuestros caprichos y cuando eso no sucede, creemos que lo hace solo para fastidiarnos y jodernos.
Afortunadamente siendo adultos, estamos en mejores condiciones de comprender sus motivos, razones y circunstancias.
Si con tu hija no ocurrió, y sigue creyendo que no fue lo suficientemente importante para ti y ha tejido una historia alrededor de todo lo que no le diste o todo lo que le fallaste, ahora como adulta está ante la oportunidad de hacer un alto y resignificar todo. Nunca es tarde.
Habla con ella, dile que entre más pronto lo haga será mejor, porque nuestro cerebro humano tiende a modificar los recuerdos y “adaptar” la versión de la historia tantas veces, hasta que se parece más a lo que sentimos. Y si lo que sentimos es enojo, rencor o que nos deben algo, ya valió.
Sí hermosa, sé que ahorita quieres salir huyendo, es entendible, porque estás viviendo con la versión remasterizada de tu hija adolescente, pero quedarte o irte no hace ninguna diferencia, sin embargo, tratar de tener una conversación profunda con tu hija adulta y plantearle cambiar la dinámica que tienen, si puede cambiar la historia de ambas.
Ahora, si aún y con toda tu disponibilidad, tus ganas de ofrecerle el amor y el cuidado que quedó pendiente, pero desde tu sitio de madre y no desde ser su esclava emocional como lo han hecho hasta ahora, ella decidiera no tomarlo, ella decidiera levantar un muro, ella optara por seguir peleando o por continuar anclada y alimentando la historia de tu abandono y haciendo eterna la lista de tus errores, entonces habrás de considerar que es tiempo de darle tiempo y espacio.
Irte en estas condiciones, no es huir, ni es claudicar.
Es justamente hacer de madre.
La madre es la adulta y como tal, es quien debe saber cuando es funcional estar y cuando perseverar en quedarse, es más bien un signo de disfunción que puede cobrar facturas altísimas a todos los involucrados.
Tomar distancia es quitarle la oportunidad a tu hija de que te lastime ahora y se arrepienta más tarde.
Tranquila, en la distancia aún eres su madre.
SEGUNDA
Tienes una hija adulta, que quieres que se comporte como una verdadera adulta, entonces trátala como adulta.
Si contestaste que sí, entonces:
Sé capaz de reconocer que la persona que tiene comportamientos inadecuados, groseros, abusivos y hasta convenencieros contigo, es ADULTA.
Lo digo porque es posible que muchas veces, cuando pasan ciertas cosas desagradables, tiendas rápidamente a justificarla y en lugar de ver a una adulta capaz de medir las consecuencias de sus comportamientos, tu solo veas a la niña a la que “no le diste algo” y eso te haga obligarte a ti misma a tolerar lo intolerable.
Y es así como llegas a esa sensación de que TODO ES TAN PESADO.
Por supuesto que lo es mi chula, si te la pasas sintiendo horrible y luego restándole importancia a lo sucedido para no decirle nada, pero luego, sigues sintiendo en el fondo una tristeza muy grande, claro que es pesado, es más, es pesadísimo.
Mi hermosa, creo que es tiempo de que dejes que tu hija CREZCA y asuma a plenitud la consecuencia de todas sus acciones y decisiones.
Y que a pesar de tener razones por las cuales pueda sentirse herida, va a resultarle inútil provocar dolor, para aliviar su dolor.
Es terriblemente peligroso ir por la vida creyendo que una herida nos otorga el derecho de lastimar, porque eso, en lugar de liberarnos, nos ata a un ciclo sin fin.
Entiendo que ser mamá nos haga sentir el deseo de estar allí siempre, ayudándoles a resolver, pero a veces ser mamá significa dejar de estar, para que el hijo o la hija sea capaz de valerse por sí mismo.
Ayudarla con dinero cada que algo se le complica, o cuidando de su hijo cuando la notas abrumada, porque al fin y al cabo es tu nieto y disfrutas hacerlo, o atendiendo su casa para darle gusto aunque eso la haya vuelto una hija exigente maleducada y malagradecida, solo es seguir evitando ese “salto de madurez” que ya le urge.
Dicho de otra manera, mientras sigas colocando almohadas alrededor de tu hija para compensarle todo aquello que crees que aún le debes, ella seguirá evitando hacerse responsable de sí misma y probablemente, seguirá teniendo la tentación de hacerte responsable a ti de todo lo que salga mal en su vida.
De seguir en esta dinámica endemoniada, ambas seguirán perdiendo, hasta que alguien tenga el valor de parar.
Ella no va a parar, porque ella cree que necesita cobrarte lo que le debes para sentir paz, que necesita aleccionarte para sentir que “la alumna superó a la maestra”, ella no va a parar porque cree que su herida le da derecho a lastimarte.
Es probable que ella no pueda parar, porque ignoro muchas cosas, como, lo que la tiene tan herida, tan enojada, tan decepcionada, tan triste.
Ignoro quien le habla al oído y lo que le dice.
Ignoro la influencia de su padre en su vida y en la percepción que tiene de ti.
Ignoro toda su vida sentimental y lo que entiende sobre el amor.
Ignoro como gestiona sus apegos.
Ignoro porque está sola, si es una decisión, una consecuencia o una lealtad a ti.
En fin mi adorada, que no estoy segura de que ella pueda parar.
Así que por todo el amor que le tienes: PARA TÚ. Y para YA.
ADVERTENCIA
Es posible que te sientas mal de romper el vicio del patrón, que te sientas extraña, que de repente prefieras incluso la dinámica disfuncional porque al menos esa película y ese guión, ya las dos se lo saben.
Pero resiste mi bella.
Aún y cuando tu hija jamás comprendiera los motivos de tu cambio y se alejara para siempre de ti, los cambios que por amor y orden vas a hacer en tu clan, van a limpiar tu camino, el de ella, el de tu nieto y el de todos los que vengan después de ustedes.
Ordenarse en amor siempre rinde frutos.
Frutos que no siempre vamos a ver germinar con nuestros propios ojos, pero no importa. Para eso hemos nacido primero, antes que nuestros hijos. Para ser adultas y hacer lo que sea necesario hacer, no importa si tarde o temprano. Porque para el Orden del Amor no hay tiempos, solo EFECTOS.
Así que siempre es buen momento para perdonarte a ti misma por lo que no hiciste.
Lo que importa es que sigues dando prueba de que te sobran ganas de seguir intentando hacerlo mejor.
Bueno, ahora tienes esta carta con algunas ideas.
Ya decidirás si alguna te sirve o si al menos te enciende la chispa para que formules tus propias soluciones.
Cuando leas mi respuesta, llora mucho si eso te hace sentir mejor.
Solo por favor, recuerda, no estás sola.
Yo estoy contigo.
Con amor,
Cyn
Si también quieres enviarme tu historia, puedes hacerlo al correo queridacyn@gmail.com
Disclaimer: Esta carta no sustituye atención médica, ni terapéutica. Aún cuando Cynthia García-Galindo cuenta con la formación profesional en diversas ramas de la salud emocional, las respuestas que ofrece a sus lectores bajo este formato, son misivas literarias con fundamentos teóricos mezclados con experiencias profesionales y vivencias personales, donde lo que pretende, es guiar y estrechar lazos más íntimos con su audiencia y no necesariamente, ofrecer soluciones que deban seguirse como una receta, ya que cada caso es único.